¿Es posible eliminar el amianto del cuerpo? Qué dice la ciencia y cómo actuar ante una exposición
La pregunta “como eliminar el amianto del cuerpo” refleja una preocupación muy común entre personas que han estado expuestas, directa o indirectamente, a este material. El amianto (también llamado asbesto) es conocido por sus propiedades cancerígenas, pero también por su presencia todavía habitual en edificios, naves, instalaciones antiguas o ciertos productos fabricados antes de su prohibición. En este artículo abordamos qué ocurre cuando una persona inhala fibras de amianto, si existe algún tratamiento posible y qué dice la medicina actual sobre este problema de salud pública.
¿Qué ocurre cuando se inhala amianto?
El amianto está formado por fibras microscópicas que, al ser liberadas al aire y respiradas, pueden llegar hasta los pulmones. Una vez ahí, el cuerpo humano no tiene mecanismos eficaces para eliminarlas. Al ser materiales inorgánicos y resistentes, las fibras pueden permanecer durante décadas en el tejido pulmonar o en otras zonas del sistema respiratorio, lo que explica por qué muchas enfermedades asociadas al amianto se manifiestan 20 o 30 años después de la exposición.
No todas las personas desarrollan enfermedades, pero la acumulación de estas fibras puede provocar patologías como la asbestosis, los mesoteliomas pleurales, ciertos tipos de cáncer de pulmón o engrosamiento pleural.
¿Existe alguna forma de eliminar el amianto del cuerpo?
Por el momento, no hay tratamientos médicos capaces de eliminar físicamente las fibras de amianto una vez que han entrado en el cuerpo. No existen fármacos, terapias alternativas ni procedimientos quirúrgicos diseñados para “limpiar” el organismo de amianto.
La medicina se centra en el seguimiento y control preventivo, especialmente en personas que han trabajado en sectores con alta exposición (construcción, demolición, industria naval, minería, etc.). El objetivo es detectar a tiempo cualquier alteración pulmonar que pueda derivar en una enfermedad grave.
Las pruebas habituales en estos casos incluyen:
- Radiografías de tórax periódicas.
- Espirometrías o pruebas de función pulmonar.
- TAC torácico en pacientes de alto riesgo.
- Controles clínicos específicos si hay síntomas como tos persistente, fatiga o dolor torácico.
¿Qué hacer si he estado expuesto al amianto?
Si crees que has estado en contacto con este material —ya sea porque has trabajado cerca, vivido en una vivienda con uralita deteriorada, o manipulado algún producto sospechoso—, lo primero es no entrar en pánico. No toda exposición conlleva necesariamente consecuencias para la salud.
Sin embargo, es recomendable:
- Informar a tu médico de cabecera, quien podrá derivarte a neumología si lo considera necesario.
- Realizar una revisión respiratoria inicial para tener una base clínica.
- Evitar futuras exposiciones, especialmente si el amianto aún sigue presente en tu entorno.
- Consultar con especialistas en medicina del trabajo si la exposición ha sido laboral.
En España, los servicios de prevención laboral y la Seguridad Social pueden incluirte en programas de vigilancia sanitaria si has trabajado en sectores clasificados como de riesgo.
¿Hay algo que pueda ayudar a reducir los riesgos?
Aunque las fibras no pueden eliminarse, ciertos hábitos saludables pueden ayudar al organismo a mantenerse fuerte frente a posibles consecuencias a largo plazo:
- No fumar, ya que el tabaco multiplica el riesgo de cáncer en personas expuestas al amianto.
- Mantener una buena salud pulmonar (ejercicio moderado, control de infecciones respiratorias).
- Seguir revisiones médicas periódicas si has tenido contacto frecuente o prolongado.
- Informarte bien sobre la presencia de amianto en tu entorno y tomar precauciones.
Es importante desconfiar de productos o terapias que prometen “desintoxicar” el cuerpo de amianto: no existe evidencia científica que respalde esas afirmaciones.
En resumen: información y control, las mejores herramientas
Aunque buscar cómo eliminar el amianto del cuerpo es comprensible, lo cierto es que hoy en día la ciencia no dispone de tratamientos que permitan extraer las fibras del organismo. Por eso, lo más útil es centrarse en la prevención, el control médico y la información.
Si has estado en contacto con amianto, la clave es vigilar tu salud de forma regular, evitar nuevas exposiciones y consultar con profesionales que puedan orientarte en función de tu caso. La detección precoz sigue siendo la mejor herramienta para reducir el impacto de este material en la salud a largo plazo.